Thursday, October 30, 2008

EL ARQUETIPO DE LA SEXUALIDAD COMO SACERDOCIO

En nuestro mundo contemporáneo los templos de las Diosas del amor están descuidados o poco cultivados y con ello se ha descuidado la conciencia de lo sagrado en nuestros cuerpos y en nuestra sexualidad, reprimiendo la poderosa fuerza transformadora de este aspecto.
El arquetipo de la sexualidad como sacerdocio, que tiempos atrás se ejerció como oficio consagrado a la Diosa, es uno de esos arquetipos del aspecto femenino reprimidos por la cultura patriarcal.
El mismo tiene que ver con la esencial relación entre la sexualidad y la espiritualidad. Una alianza que ha quedado francamente disociada en el inconsciente colectivo de dichas culturas.
Las sacerdotisas que servían a las Diosas del amor (Afrodita en Grecia, Inanna en Sumeria, Ishtar en Babilonia, Anahita en Persia y otras más) en los templos a ellas dedicados, invocaban lo sagrado a través del poder femenino que ejerce la espiritualidad erótica. Se consagraban a la Diosa como intermediarias entre lo humano y lo divino propiciando a través del acto del amor como ritual sagrado, la conexión de los hombres con su anima (el arquetipo de la vida como lo señala Jung. Este arquetipo viene a ser el aspecto femenino y el camino hacia la conciencia espiritual dentro de cada hombre.
Estas devotas se rodeaban de belleza, de erótica sensualidad, de velos, de piedras que a la vez las protegían y adornaban, de aromas y almizcles para avivar el primitivo sentido del olfato. Tocaban instrumentos y danzaban a sus visitantes haciendo alarde de la sensualidad y gracia de sus cuerpos.
Como iniciadas y guardianas de los sagrados misterios de la sexualidad, ejercían el desapego con sus visitantes como manera de mantener su alma intacta y así solo estar entregadas al servicio de la Diosa. Por este estado de alma intacta las consideraban vírgenes, perdiendo esta condición cuando eran “tocadas” por el fuego del amor a un solo hombre. Esta iniciación les hacía perder su virginidad pues según estas tradiciones su alma perdía su condición de intacta ya que entraba en las complejidades de la relación humana de la pareja.
En nuestro mundo contemporáneo los templos de las Diosas del amor han sido sustituidos por los de la pornografía y la prostitución, con ello se ha suprimido la conciencia de lo sagrado de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad.
La gravedad de esto radica en que tanto el hombre como la mujer inician su camino hacia la individuación (el máximo desarrollo de la conciencia humana), en su conexión con lo femenino. En el hombre el vínculo con su anima es el puente hacia el Si Mismo (la esfera espiritual de la personalidad), en la mujer éste camino viene dado en la relación que tenga con su propia feminidad y por consiguiente con su sexualidad.
Así, la mujer consciente que lo femenino es lo divino en ella hace del acto de amor un ritual de conexión con lo espiritual, es conciente también de tratar su cuerpo como el templo donde está contenido todo este misterio.
Luego entonces se ofrece a sí misma el tiempo para el descanso y el juego, para la ternura y el amor, para los mimos y delicias que el cuerpo requiere incluyendo una alimentación consciente. Así mismo el baño, la cosmética, el perfume y la vestimenta van más allá del propósito del ego de llamar la atención, sino por un respeto a su naturaleza, reconociendo que su fecundidad no solo está al servicio de la procreación sino del arquetipo de la vida misma.
Aún muchas de nuestras mujeres contemporáneas oscilan entre una sexualidad reprimida (la casta) o el canto a la “liberación” expresada en seca promiscuidad, como si la mejor manera de afrontar los misterios del sexo fuese ceder literalmente al aspecto compulsivo del mismo.
Es vital rescatar de la memoria en cada una de nosotras el arquetipo de las acerdotisas del amor sensual para conseguir hacer recordar a nuestros cuerpos que el acto del amor es uno de los rituales sagrados que desde tiempos inmemoriales ha formado parte de los misterios femeninos.
Es urgente sanar en cada una las heridas de la sexualidad patriarcal. Rescatar de la memoria el alma escondida detrás del erotismo femenino es una delicada e importante labor, pues es allí donde habita y se expresa con mayor fuerza la sagrada diferencia entre ambos sexos.
Es esta diferencia la que hay que comenzar a honrar así como en otros momentos nos tocó luchar con vehemencia por nuestra justa igualdad en los derechos legales, sociales y económicos.
Cuanto más sintamos consciente o inconscientemente que el hombre representa un peligro y que la defensa está en igualarse, menos preparadas estamos para darnos cuenta que el enemigo está en nuestro interior.

Que sirva de inspiración el poema de D.H.Lawrence;

“Cuán diferente es de mí, de qué manera tan extraña es diferente a mí!.....Qué sensible que es!, y qué manera tan suave de sentirse viva, ¡con una vida tan diferente a la mía! ¡Qué bella es! ¡Qué valor tan extraño y suave a la vez posee!...
¡Qué terrible sería defraudarla y qué terrible, también, sería violarla!

Hortensia Carrer
Analista junguiana

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